Hoy he vuelto la vista a
atrás y me he acordado de una de tantas historias que sucedieron durante la
guerra civil. Ésta no es de tiros, ni tampoco es la típica batalla con
heroicidades que normalmente se cuenta.
La historia de este post, sucedió en uno de tantos pueblos, una
vez ya finalizada la guerra civil, y
cuando el hambre y las enfermedades eran algo demasiado corriente, y sólo unos
pocos podían permitirse el lujo de comer caliente todos los días.
Bien es sabido que
después de la guerra muchísimas personas fueron perseguidas por luchar bajo la
bandera republicana, ya no por sus ideas, sino por la propia localización
geográfica. Pero no quisiera desviarme del tema así que procedo a relatar lo
sucedido.
Era una noche cerrada de
invierno de finales del año 1939, y el protagonista de esta historia y sus
hermanas, estaban en su casa dispuestos
a irse a la cama, cuando, de repente, escucharon varios golpes muy
fuertes en la puerta. Él, se levantó y fue a abrir, no sin miedo por otra
parte, ya que no se sabía la clase de gente que podría aparecer por aquel
entonces.
Al abrir la puerta se
encontró a un hombre, sudoroso y asustado, pidiéndole que por favor le dejara
entrar en su casa, porque le estaban buscando para ajusticiarlo, presuntamente,
por motivos políticos. El aldeano, sabiendo lo que era eso, y después de haber
luchado en una guerra, aunque “sólo” de
panadero, lo acogió en su casa sin preguntar y lo ocultó durante varios días
hasta que pasase todo.Bien es cierto que por
aquél entonces, se estaba jugando el cuello, ya que más de dos y tres veces, la
guardia civil preguntó por el paradero de este fugitivo y la respuesta siempre
fue la misma: “No sabemos quién es”.
Durante ese tiempo, la
familia se volcó con este hombre, sin conocerlo de nada, le dieron comida,
bebida, y sobre todo un techo, de manera altruista y desinteresada hasta que,
finalmente, pudo marcharse y seguir su camino, a donde quiera que fuera.Pasaron los años, y, como
es lógico, la historia fue olvidada, pero, como siempre digo, las cosas siempre
ocurren por alguna razón y, he aquí lo que sucedió.
Una mañana, nuestro
protagonista, estaba en el mercado del pueblo con un caballo, repartiendo pan,
como de costumbre, cuando, desafortunadamente, se le escapó el caballo y
destrozó algunos objetos de un puesto. El tendero salió hecho una furia y casi
se enzarzan en una pelea, cuando, apareció un hombre, que parecía ser bastante
importante, que le dijo al tendero, “si toca a este hombre, le mato”.
Nuestro buen amigo se
quedó atónito por las palabras, y le preguntó quién era, a lo que el
hombre contestó:
“Veo que no se acuerda
de mí, pues yo sí que me acuerdo de usted. Yo fui el que acogió en su casa
cuando me perseguían” y después de una breve conversación, desapareció, y no
volvió a verle nunca más, pero, seguramente, dejándolo con una gran
satisfacción, al ver que su buena acción había tenido recompensa, y es que,
amigos, nunca se sabe cuándo nos devolverán un favor, de ahí el dicho “Es de
bien nacido ser agradecido”.
Muy interesante esta última entrada, de verdad porque por un lado relatas algo que sucedió en el pasado en una época complicada y por otro, plasmas sucesos humanos y humildes de personas que fueron partícipes de dichas experiencias. Pero lo que de verdad importa es ver o más bien, comprobar cómo la vida, a veces, recompensa los actos bondadosos. Nunca se sabe las vueltas que puede dar la vida y esto es un ejemplo de ello. Sigue escribiendo tal y como lo haces y te animo a que no tardes demasiado en publicar una nueva entrada.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, ésa era exactamente la intención de dicho artículo, gracias otra vez por haber entendido el verdadero significado. Un saludo y hasta otra.
ResponderEliminarQué bueno Francisco. Qué grandes verdades dices y que bien lo cuentas. Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias psicolec por tus palabras. Uno hace lo que puede, recuerda historias y las cuenta como puede. Gracias por leerme un saludo.
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