El siguiente
relato no pretende ser fiel a la historia, simplemente es una dramatización del
desarrollo de un episodio de la conquista de América…
"Extraído del
diario de un soldado español llamado Ortuño…"
Octubre de 1492 en algún lugar de
Guanahani (San Salvador).
El
almirante descendió con paso firme a tierra. El sol brillaba y gotas de sudor
se escurrían por nuestros yelmos. El casco nos molestaba y muchos de nosotros
nos lo quitamos para poder respirar mejor el aire de la isla.
Después de que
Colón se arrodillara y clavase una cruz en la tierra y un sacerdote bautizara
la isla con el nombre de San Salvador, el resto de la tripulación desembarcamos
las provisiones y todo el armamento que llevábamos a bordo. Tras la tortuosa
travesía que casi supuso la pérdida de una de las carabelas, este era el
momento que estábamos esperando, por fin se había descubierto una ruta hacia Cipango
(Japón) por el oeste, lo que demostraba la teoría de que la Tierra era redonda.
24 de diciembre de 1492
Colón
ordenó a un grupo de marineros buscar provisiones en las inmediaciones de la
isla, ya que el viaje había sido tortuoso debido a las inclemencias del océano y
sobre todo a que, la distancia de los mapas que llevábamos para guiarnos era
errónea ya que el océano Atlántico era mucho más extenso de lo que imaginábamos.
26 de diciembre de 1492
La
humedad era enorme y nos vimos obligados a quitarnos la armadura y el yelmo
para poder soportar la humedad. Nuestras caras denotaban cansancio, y muchos
sufrían mareos por ser la primera vez en meses que pisaban tierra firme. La Santa
María había embarrancado con lo que era imposible volverla a sacar a flote.
Por
fin regresó la expedición anunciando que había encontrado un claro a unas pocas
millas de la playa, lo suficientemente grande como para que se pudiera montar
un fuerte y la única manera de construirlo era con los restos de la Santa María
la cual, después de habernos traído a estas lejanas tierras tendría un final
digno de la magnífica nao que era.
Lo
primero que se tenía que hacer era descuartizar la nao, y aprovechar hasta la
más mínima astilla de madera que pudiéramos. Por suerte era una gran nave con
una gran eslora y habría madera de sobra para alcanzar nuestro propósito.
Era
una tarea ingente ya que cada trozo que salía de la nave había que guardarlo
como oro en paño. Por suerte, contábamos con un excelente cuerpo de zapadores
que supieron sacarle el máximo partido a cada madero de la nao capitana.
Pasaron
varios días y poco a poco el fuerte empezaba a tomar forma. Por increíble que
parezca la nao Santa María tenía madera de sobra para construir el fuerte sin
problemas.
Lo
primero que se hizo fue delimitar el terreno para construir las empalizadas,
éstas debían ser altas para evitar incursiones de nativos, si es que los
hubiera, y robustas para evitar que lo asalten con facilidad.
El
fuerte tenía cuatro torres de defensa lo suficientemente altas para poder ver a
través de la inmensa selva. En
su interior cavaron un gran foso donde se construyeron cabañas para los
soldados a modo de viviendas.
Nuestro
almirante siempre previsor, pensó en reforzar las inmediaciones del fuerte con
una especie de surcos a modo de trincheras para disuadir a los nativos de
posibles ataques.
Los 39 valientes.
4 de enero de 1493
Tras
9 días de arduo trabajo, la mañana del 4 de enero de 1493 se dio por terminado
el Fuerte de la Navidad y esa misma noche, el destacamento festejó con bailes y
una gran fiesta hasta el amanecer.
-
¡Buen trabajo muchachos! – Dijo el sargento Alvarado que fue encargado por el
propio Colón para la supervisión del destacamento – vamos a cantar un poco para
celebrarlo. Dentro de la tropa había un soldado a quien todos le conocían por
su facilidad para componer odas, de ahí que le llamaran “el poeta” y el
sargento se dirigió a él y le dijo:
-
Poeta, ¡en pie! – le ordenó.
-
Si sargento – respondió éste.
-
Sé de tus artes para componer poesías y cantares en cualquier situación, creo
que la ocasión lo merece así que ¿podrías complacernos cantando una canción?
-
Claro señor, deme un momento – contestó.
Tras
unos minutos de silencio en el que todos esperaban la canción por fin “el poeta
cantó”:
“Desde
España hemos venido,
Atravesando
la mar, hasta Cipango
Llegamos
y aquí tenemos que estar.
Nuestro
gran almirante una orden sola mandó:
Defended
con vuestra vida, la honra que Castilla os dio.
Como
recios castellanos prestos debemos estar y abatir al
Enemigo
que a nos quisiera atacar.”
Nada
más terminar todo el mundo aplaudió al “Poeta” y fueron vítores y gritos de
ánimo, tal era el ánimo de la tropa que el sargento Alvarado esa noche pidió
ración doble para el trovador que con su ingenio había enardecido a todo el
destacamento.
El
destacamento de 39 hombres no fue elegido al azar. Colón sabía que esos 39
hombres eran los más capacitados para esta encomienda y no se equivocaba…
Recibieron
provisiones para un año, las cuales incluían, madera, trigo y otros alimentos
para su supervivencia.
Febrero – Noviembre de
1493
Los indios taínos
Durante los siguientes meses los hombres del
fuerte de la Navidad tuvieron que convivir con los nativos americanos de la
zona. Al principio la convivencia fue más o menos pacífica, pero, las ansias
propias del confinamiento en el fuerte, fueron el detonante para que los
soldados fueran al poblado de los indios taínos y arrasaran sus tierras llevándose
con ellos a las mujeres de éstos últimos para satisfacer sus deseos carnales.
Por
todas estas afrentas, el jefe de los indios taínos decidió consultar al behique,
que era una especie de hechicero de la tribu para determinar que podía hacer y esto
fue lo que le dijo:
-
“Las águilas plateadas no han respetado a nuestro pueblo es hora de que
aprendan una lección”.
-“Yocajú
Bagua Maorocotí escucha nuestra plegaria, aplasta a las águilas plateadas y
aléjalas de nuestra tierra sagrada”.
De
inmediato sonó un gran trueno que retumbó y una fuerte lluvia empezó a caer en
grandes cantidades en toda la isla. A continuación toda la tribu empezó una danza
siniestra en la que utilizaban cráneos partidos a la mitad a modo de máscaras y
como si estuvieran poseídos por el mismo demonio empezaron a saltar sobre una
hoguera mientras el behique pronunciaba más sortilegios con el ánimo de
infundir fuerzas en los guerreros de la tribu.
De
repente los cuerpos de los guerreros emanaron una luz azulada como si hubieran
proyectado su aura, sus ojos se tornaron de un rojo sangre fantasmagórico y de
repente se sintieron vigorosos y con fuerzas renovadas, dispuestos a combatir
con uñas y dientes la invasión extranjera.
No
debemos olvidar que al contrario de lo que pudiera parece, los indios taínos
tenían una sociedad fuertemente organizada con lo que es de suponer que su
ejército también lo estuviera ya que iban de isla en isla arrasando a la
población autóctona.
Pronto
se estableció un gran ejército con guerreros de todos los cacicazgos de la
isla, Marién, Maguá, Maguana, Higüey y Jaragua.
La maldición. 20 de
noviembre de 1493
Esa
mañana se acercó en son de paz hasta el fuerte, el behíque de la tribu taína y
pidió hablar con el jefe al mando. Cuando salió, éste le dijo que venía en son
de paz, y le ofreció como prueba de buena voluntad un amuleto en el que estaba
tallado la figura de un cemí.
Los
cemís o cemíes eran dioses protectores taínos, es por ello que siempre llevaban
colgados al cuello este tipo de amuletos, para que les confirieran protección,
pero lo que los españoles no sabían era que si el amuleto era portado por
alguien no taíno ejercería sobre él y los que estuvieran a su alrededor el
efecto contrario.
El
behique se alejó con una sonrisa maquiavélica en los labios, mientras que el
capitán de guardia enseñaba el colgante a sus compañeros y se lo colgó del
cuello.
Aquella
noche durante la cena, los soldados estaban entusiasmados con el colgante del
behique y se lo pasaban de mano en mano riéndose y burlándose de la inocencia
de los pobres indígenas.
Ya de madrugada, los soldados se
sobresaltaron al ver cientos de antorchas encendidas delante del fuerte. Inmediatamente
sus ojos divisaron seres con cabezas de jaguar, abriendo las fauces, otros
parecían hombres-caimán con dientes muy afilados y otros parecían gigantes de
ojos rojos encendidos con grandes lanzas. El pánico cundió entre los soldados
al verse atacados por semejantes seres.
Algunos se quedaron inmóviles por el
miedo, momento que aprovecharon los asaltantes para asestarles un golpe mortal.
El fuerte era un caos de llamas y gritos, muchos intentaron recoger las armas
pero les fue inútil ya que el enemigo campaba a sus anchas descuartizando a los
pobres soldados españoles.
En
cuestión de pocos minutos el fuerte fue reducido a cenizas y humo.
Las
cabezas de los 39 soldados muertos fueron clavadas en lanzas a las puertas del
campamento modo de advertencia mientras que el resto de los cuerpos quedó
esparcido en el campo de batalla.
Epílogo
28 de noviembre de 1493
Las
naves castellanas arribaron a la costa donde se encontraba el fuerte, pero sólo
pudieron hallar un montón de cadáveres desperdigados. Las caras de asombro y
consternación de la tripulación eran sólo una prueba más de la matanza que
estaban contemplando. Colón lanzó al aire un grito y juró venganza… (LA LIBRERÍA DEL NUEVO MUNDO, 2020).
Referencias
LA LIBRERÍA DEL NUEVO MUNDO. (26 de 03 de 2020). HISTORIA
DEL NUEVO MUNDO.
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